lunes, 1 de diciembre de 2008

Final del cuento

Ante la imposibilidad de concebir el sueño, el hombre salió a cubierta y se situó frente al mar recibiendo una bocanada de aire frío.
-¿Cómo iba a renunciar a su sueño?- pensó.
Un sueño que antaño anhelaba.
-¿Había realizado un largo viaje para nada?- se dijo.
En esos instantes apareció la mujer.
-¿Tú tampoco puedes dormir?- le preguntó al hombre.
-No puedo imaginar mi vida sin esa isla-
-Si tanto significa para ti, deberíamos hacer algo- comentó la mujer.
El hombre frunció el ceño, y dijo:
-¿Qué quieres decir?
-Sólo tienes que mirar a tu alrededor- dijo la mujer mientras caminaba de regreso a su camarote.
El hombre suspiró y se quedó ensimismado mirando al horizonte. Al cabo de un rato, se percató de una tonga de tablas de madera hacinadas en el muelle. Sonrió y se marchó a descansar.
A la mañana siguiente, nada más despertar, se puso manos a la obra. Reconstruiría el barco haciéndolo más fuerte, resistente y duradero para las horas arduas de naufragio. Una vez finalizado podría navegar, en compañía de la mujer, en busca de la isla amada.
A veces sólo es cuestión de aprender a ver, de aprender a mirar a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.
Un abrazo,
Andrea.

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